06 Sep La llegada de Kai.
Gracias por avisarme, pequeña y progresivamente, el momento de tu llegada.
Gracias por hacerlo fácil y hacerlo dulce.
Gracias por trabajar conmigo en el trabajo de parto.
Con fuerza y amorosamente.
Empujando mientras yo también lo hacía.
Sintiendo la vida en toda su inmensidad.
Abriendo el canal de la esperanza, de la luz.
Descendiendo de una oscuridad amorosa hacia un cielo estrellado, una luna llena.
Sintiendo la presión, la contracción, sintiéndote a ti.
Tú a mí.
Agua, aire, tierra y fuego. Sentada, tumbada, flotando. Todos los elementos en uno, para darte la bienvenida, mi amor.
Brazos que me acogían y me cuidaban.
Miradas que me protegían y que me decían que todo iba bien sin palabras.
Sólo con respeto, silencio, acompañamiento.
Tú empujando, yo empujando.
El latido de las dos en uno de solo. Sincronizadas, extasiadas en la intensidad de la experiencia.
Del tránsito de una vida a otra.
De la muerte y el renacimiento a la que las dos nos exponíamos.
Tibia, suave, sensible. Tu piel deslizándose en mis entrañas.
Te toco, te siento cerca. Sé que el momento llega. Ya estás aquí. Coronas tu cabeza y nos avisas de que esto justo acaba de empezar.
Siento la máxima intensidad en mi Ser.
De dolor, de placer, de luz, de negrura, de esperanza, de oscuridad.
De tú, de vida, de amor.
Todo acaba y todo empieza.
Te veo, de siento, ya llegas.
Un gran Silencio inunda el momento y, de repente, unos ojazos iluminan mi vida y hacen que toda la intensidad vivida se diluya para transformarse en calma, abrazos, besos.
Tu viaje justo empieza.
El mío continúa… en una etapa muy diferente de mi vida.
Gracias.
Te quiero.
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